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EL PATRIMONIO DE LOS POLÍTICOS (2)

En los últimos años, presionados por las circunstancias, nuestros políticos se han visto obligados a declarar sus bienes y actividades antes de tomar posesión de sus respectivos cargos. Al hilo de esto se me ocurren varias reflexiones:

En primer lugar, resaltar que el hecho mismo de que los políticos tengan que hacer públicos sus bienes, significa que existe en la sociedad la grave presunción de que la clase política es - o puede llegar a ser- corrupta. Porque si fuera generalizada la creencia de que las autoridades son personas honradas, que están en la política únicamente por razones ideológicas o de servicio público, el dato sobre los bienes que tengan sería intrascendente.

Por otra parte, el tener más o menos bienes, es lo de menos. Este dato, de por sí, si no va acompañado de otros, no resuelve ni desvela nada en orden a conocer si nuestros políticos son más o menos honrados, o si se han enriquecido o no durante el tiempo en que se han dedicado a la política. Así, nada impide que el político más rico sea también el más honrado, resultando que su patrimonio lo ha conseguido trabajando y sacrificándose a lo largo de su vida o, quizás, por legítima vía hereditaria.

Lo importante, a mi modo de ver, es conocer el origen de cada propiedad, o sea, cuándo se adquirió, de quien y en qué forma. Lo verdaderamente esclarecedor es establecer el volumen patrimonial de un político tanto a la llegada del mismo a la cosa pública como en el momento en que se retira de ella. Por tanto, la única manera de que las declaraciones de bienes y actividades de los cargos públicos sirvan al efecto que le es propio y que interesa a la ciudadanía, requiere que toda persona que se dedique a la política haga una primera declaración de bienes al inicio de su actividad pública y otra al final de la misma, a fin de comparar las dos; es necesario asimismo que dicha declaración comprenda también la de las personas de su entorno familiar más directo.

De todas formas, el dato conocido sobre el volumen, variedad y cuantía de los bienes de nuestros políticos, me sirve para hacerme a mí mismo algunas preguntas. Por ejemplo:

¿Puede un político cualquiera, propietario de varias viviendas, identificarse en sus necesidades y anhelos con el ciudadano al que dice representar y que ni siquiera tiene una para vivir?.

¿Es posible que alguien que tiene muchos miles de euros en una cuenta corriente llegue a entender las penurias y zozobras de los miles de ciudadanos que no llegan a final de mes?

¿Comprenderá realmente las estrecheces que conlleva una pensión mínima el político que dispone de un cuantioso plan de pensiones privado, pagado para más INRI por la institución pública correspondiente?

¿ Es creíble la defensa de un currante, por parte de un cargo público que desde que tiene uso de razón percibe una retribución mensual, de cinco, siete o diez mil euros?.

No sé, pero algo falla en el estatus de nuestra clase dirigente. Quizás que quienes finalmente llegan a los cargos públicos, a través del partido de turno, no han salido del trasiego social en el que pelea la gente corriente.

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