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LA INEXCUSABLE REGENERACIÓN DE LA CLASE POLÍTICA


(Puedes escuchar este comentario a través del podcast de Onda Cero Granada aquí:


Es evidente que la ciudadanía percibe la gestión política con desolación y desconfianza. Casi nadie que ejerza funciones públicas se salva hoy día de la desconsideración y del menosprecio de los ciudadanos.


Es sorprendente este estado actual de cosas. ¿Qué ha pasado en este país en los últimos 10 años para que la gente pase de ver a los políticos como un remedio y una necesidad a considerarlos hoy un grave problema?. ¿Por qué la gestión de la cosa pública está tan desprestigiada y el manejo de los asuntos públicos es observado con desconfianza?. Se me ocurren varias razones para explicar este deplorable estado político. Veamos:


En primer lugar, nuestra democracia se ha empobrecido paulatinamente en los últimos años, aquejada seriamente por múltiples taras, tales como la partitocracia feroz que todo lo controla; la corrupción que ha apolillado gravemente las instituciones; el clientelismo político; la vergonzosa sumisión de los gobernantes al poder económico; la correlativa protección de los poderosos y de sus privilegios seculares: la falta de independencia del poder judicial; la carencia de neutralidad de muchos medios de comunicación; la desigualdad social; el desprecio de la clase dirigente hacia los derechos adquiridos de los ciudadanos; la pléyade de prebendas y favores en que se desenvuelve la clase política, cada vez más significada como tal; el bajísimo nivel cultural y formativo de las personas que se dedican a la política (salvo honrosas excepciones, claro).


Por otra parte, en los últimos tiempos, nuestros representantes públicos nos están educando en la indecencia; y la honradez y la credibilidad son ya mercancía negociable en nuestro país. Se están abandonando los valores éticos que sustentan una sociedad y los principios que tienen que regir la cosa pública están hoy en almoneda. Un alto cargo del PP ha dicho recientemente, refiriéndose a los nuevos valores de su partido, que “mantener principios inquebrantables te convierte en una opción inútil”. O sea, que es más rentable políticamente no tener principios. Es decepcionante.


El espectáculo que nos dan cada día nuestros políticos, en general, es deplorable. Ni someten su actuación a la Ley y al Derecho, como exige nuestra Constitución, ni preservan en su función los intereses generales, ni están al servicio exclusivo de los ciudadanos.


Antes al contrario: los gestores públicos cada vez actúan más arbitrariamente; y, casi siempre, pensando en su propio futuro político, que no en el interés general de los ciudadanos, a los que faltan al respecto ordinariamente, tratándolos ,-tratándonos- de tontos. Insisto, no todos, pero sí bastantes de ellos, han convertido la función política en una profesión cuando no en un negocio muy rentable.


Por todo ello, es absolutamente necesario recuperar la buena política, la política seria, la de la transición democrática, por ejemplo; es deseable que vuelvan los políticos preparados, los que no se someten al dictado del partido de turno; los que tienen la vida resuelta al margen de la política. En definitiva, es inexcusable la regeneración de la clase política.

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